Finanzas Inversión

El precio de no poder irse de casa; Anabel Valencoso advierte del impacto psicológico en la juventud

Del mileurismo al burnout: la psicóloga Anabel Valencoso alerta sobre el impacto de la precariedad en los jóvenes

En España, la palabra “mileurista” se convirtió hace años en un término casi simbólico de la precariedad. Representaba a quienes, pese a contar con estudios superiores, experiencia laboral y jornadas completas, apenas alcanzaban los mil euros al mes. En la actualidad, aunque los salarios medios de la juventud han subido levemente, la etiqueta mantiene su vigencia, ya que el coste de la vida ha aumentado de forma mucho más acusada. El resultado es que incluso con empleos a tiempo completo y contratos aparentemente estables, miles de jóvenes siguen sin poder emanciparse.

La paradoja es evidente: se trata de una generación que trabaja más horas, con más formación y bajo mayor presión competitiva que las generaciones anteriores a su edad, pero que vive con una incertidumbre vital permanente. Esta contradicción, de acuerdo con los especialistas, se traduce en la aparición de síntomas de agotamiento extremo, desmotivación y ansiedad. El fenómeno conocido como mileurismo ha derivado en lo que ya se describe como un nuevo tipo de burnout juvenil.

Los datos confirman la magnitud del problema. Según la última Encuesta de Condiciones de Vida, más del 70% los menores de 35 años considera que su salario no permite cubrir gastos básicos sin apoyo familiar. El Observatorio de Empleo Juvenil, por su parte, advierte que, aunque la tasa de desempleo juvenil se ha reducido, la calidad de los contratos continúa siendo baja, con altas tasas de temporalidad y parcialidad forzosa, además de salarios insuficientes para sostener una vida independiente. En este contexto, la mera existencia de empleo no garantiza estabilidad ni autonomía.

La psicóloga general sanitaria Anabel Valencoso, directora del gabinete Anabel Valencoso Psicología (Alicante), asegura que “cada vez llegan más jóvenes a consulta con un cuadro de agotamiento generalizado, incluso en etapas muy tempranas de su trayectoria profesional”. Según apunta, “muchos sienten que viven en una carrera interminable: realizan horas extra, sacrifican tiempo de descanso y asumen la presión de ser productivos de manera constante, pero al final del mes descubren que no tienen capacidad para pagar un alquiler ni para planificar proyectos de futuro”. Para la especialista, “esta falta de recompensa erosiona la autoestima y genera un intenso sentimiento de fracaso”.

El concepto de burnout, tradicionalmente asociado a profesionales con carreras largas en sectores de alta exigencia, aparece cada vez con mayor frecuencia en pacientes de entre 25 y 35 años. Entre los síntomas más comunes se encuentran el insomnio, la irritabilidad, la falta de concentración, la apatía y problemas de salud física derivados del estrés. Lo llamativo es que este cuadro aparece en los primeros años de vida laboral, precisamente en una etapa que debería caracterizarse por la motivación y el impulso de iniciar un proyecto vital.

Valencoso subraya que el problema es doble: a la sobrecarga derivada del trabajo se añade la ausencia de una recompensa tangible. “Nuestros padres podían pensar que el esfuerzo tenía un sentido: si trabajabas duro, te comprabas una casa o sacabas adelante una familia. Ahora, los jóvenes trabajan duro y lo único que logran es sobrevivir. Esa sensación de correr sin llegar a ninguna meta es lo que genera un malestar tan profundo”, afirma.

El mileurismo tiene además consecuencias sociales y familiares. Numerosos jóvenes afrontan la frustración de no poder abandonar el hogar paterno, lo que genera tensiones en la convivencia. Otros optan por compartir piso en condiciones poco favorables, con precios desorbitados para habitaciones reducidas. Esta situación alimenta la percepción de provisionalidad y consolida la idea de que el futuro resulta inalcanzable.

Los efectos psicológicos son múltiples. Además de cuadros de ansiedad, ataques de pánico o depresión en casos extremos, aparecen formas más silenciosas de malestar, como el aislamiento social. Tal y como precisa Valencoso, “quienes no logran independizarse ni contar con recursos suficientes tienden a reducir sus actividades de ocio, lo que repercute en la pérdida de redes de apoyo social, esenciales para el bienestar emocional”.

La ciudad de Alicante constituye un ejemplo claro de esta problemática. Su economía, vinculada de manera estrecha al turismo y a la hostelería, se traduce en contratos temporales con sueldos que rondan los 1.100 o 1.200 euros mensuales. El encarecimiento de la vivienda, motivado en parte por la presión del alquiler turístico, impide que muchos trabajadores puedan cubrir los gastos de emanciparse. En este sentido, Valencoso explica que “jóvenes que trabajan jornadas muy largas en hostelería durante la temporada alta terminan comprobando que sus ingresos no son suficientes para pagar un piso, lo que provoca una fuerte sensación de desgaste y desilusión”.

El problema, de acuerdo con los expertos, no es solo económico sino también cultural. La tradicional creencia de que el esfuerzo siempre se ve recompensado con estabilidad se tambalea ante la evidencia de que las nuevas generaciones trabajan tanto o más que las anteriores pero viven en peores condiciones. Esta contradicción, reconocen, produce una crisis de identidad y una percepción de injusticia que se refleja en la consulta psicológica.

Los especialistas coinciden en que no existen soluciones rápidas, aunque sí pasos urgentes. Entre ellos destacan la necesidad de mejorar la estabilidad laboral, facilitar el acceso a la vivienda y abrir espacios de acompañamiento psicológico. No se trata de culpabilizar a los jóvenes por no demostrar suficiente resiliencia, sino de dotarles de recursos emocionales que eviten la cronificación del malestar mientras se trabajan, en paralelo, los cambios estructurales necesarios.

Dentro de este panorama complejo, comienzan a observarse también elementos de esperanza. Cada vez más jóvenes solicitan apoyo psicológico en etapas tempranas, lo que permite abordar el malestar antes de que derive en patologías graves. Asimismo, la sociedad empieza a generar una conciencia colectiva en torno a la importancia de la salud mental en la vida cotidiana, un aspecto que hace apenas una década apenas aparecía en el debate público.

El cierre lo ofrece Anabel Valencoso con un mensaje equilibrado entre realismo y optimismo: “La situación presenta enormes dificultades, pero no debe convertirse en un obstáculo definitivo para construir una vida con sentido. Aunque la emancipación material se retrase, la independencia emocional puede trabajarse de inmediato. Esa base será la que permita a los jóvenes sostener su futuro cuando lleguen oportunidades más favorables”.

Salir de la versión móvil