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domingo, mayo 4, 2025

Cuando el cuerpo grita y la mente corre; entendiendo la ansiedad y el pánico

La ansiedad y el pánico pueden resultar abrumadores, ya que generan la sensación de que el peligro está en todas partes, incluso cuando no es así. Esto ocurre porque quienes experimentan estas emociones tienden a enfocarse excesivamente en las sensaciones internas de su cuerpo, dejando de prestar atención a lo que sucede a su alrededor. Es como si sus pensamientos y percepciones tomaran el control, basándose más en recuerdos de peligro que en la realidad del momento presente.

Por ejemplo, si en algún momento un latido acelerado del corazón fue interpretado como una señal de peligro, es probable que cualquier sensación similar en el futuro genere la misma reacción, aun cuando no haya motivos para preocuparse. Este estado de “alerta máxima” sobrecarga el cerebro, especialmente la amígdala, la región encargada de detectar amenazas. En lugar de distinguir entre situaciones peligrosas y seguras, la alarma se activa constantemente, incluso en ausencia de un riesgo real.

Este proceso crea un círculo vicioso: cuanto más atención se presta a las señales de peligro, más difícil resulta diferenciar lo que realmente es seguro. Como consecuencia, todo empieza a parecer amenazante y la sensación de calma se desvanece.

Para romper este ciclo, es posible aplicar diversas estrategias:

·Conectar con el cuerpo gradualmente: Aprender a percibir las sensaciones físicas sin temor permite reconocer que muchas de ellas no representan un peligro, sino que simplemente forman parte del funcionamiento natural del organismo.

·Cuestionar los pensamientos: La mente tiende a generar interpretaciones catastróficas en momentos de angustia. Sin embargo, tener un pensamiento no implica que sea cierto. Es comparable a una luz amarilla en un semáforo: no indica una amenaza inminente, sino un recordatorio para disminuir la velocidad y actuar con precaución.

·Regular las emociones: Manejar las emociones de manera progresiva, sin reprimirlas ni dejarse arrastrar por ellas, ayuda a recuperar el control y a generar una mayor sensación de seguridad.

Con práctica, paciencia y el uso de técnicas como la relajación y la conciencia corporal, es posible desactivar este estado de miedo constante. Poco a poco, se puede aprender a vivir el presente sin que las señales del cuerpo y la mente resulten paralizantes. Es un proceso, pero cada pequeño avance marca la diferencia.

Contacto: psicologaingridavila.com.ar/inicio/

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